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  • Foto del escritorComunicando UPSE

Un llanto en forma de maullido

Fotografía- Vivian Vera

Algunos de los gatos disfrutando la comida que le sirve Lorena Gonzalez

Cuando comenzó adoptando al primer gato, no creyó que su corazón se ablandaría lo suficiente para acoger 20 más.


Lorena González, se levantó a las 07h30 de la mañana para alimentar a sus mascotas como de costumbre, los maullidos no se hicieron esperar, y con ello el ruido en la casa. A medida ella avanzaba a la cocina, se podía observar a 21 colas alzadas detrás, todos miraban cautelosos los recipientes donde iban colocando porciones de Michu, la favorita de los gatos, respetando el espacio los unos a los otros y sin causarle problemas a la señora.

Algunos vecinos tienen admiración por la paciencia que posee, sin embargo, la otra parte de ellos se aprovecha del amor filial que siente hacia sus mascotas.


Un gato blanco y negro, de ojos bicolor, estaba sentado en una de las sillas del comedor, con cuidado se lavaba la pata izquierda después de haber comido, con esa elegancia característica de un felino. Cuando le preguntan a Lorena el porqué deja que aquellos animales se sienten donde quieran, ella responde: “Porque también son parte de la casa”, una respuesta acertada, que está acostumbrada a decir.


Todos los gatos en esa casa tienen una historia, algunos fueron abandonados, otros maltratados, pero la verdad es que ninguno de ellos inició decentemente.


La señora acariciaba en sus piernas a uno de color amarillo, con una cicatriz que le llegaba desde la boca hasta la oreja, de ahí su nombre Guasón, como el villano de las películas. Él como algunos de sus hermanos adoptivos fue maltratado cuando estaba en la calle. Lorena contó con un semblante triste, como si estuviera reviviendo en carne propia aquel recuerdo, cómo Guasón había llegado entre sangre, golpeado y hambriento, casi moribundo, es uno de los tantos días que no olvidará.


Los vecinos de Lore, como le dicen sus amigos, fueron partícipes del aumento en el número de animales. González más de una vez los observó abandonando gatos frente a su puerta, en alguno de los casos ella se vio obligada a quitárselos por el maltrato que sufrían, acciones que hasta el día de hoy aborrece.


Pese a su situación económica no desiste en cuidarlos, abandonarlos no está entre sus planes, un amor sencillo y sincero, de esa manera lo describe. “Los maullidos son como sus llantos pidiéndome auxilio”, Lorena González una mujer de 46 años que seguirá ayudando tanto como su vida se lo permita, algo que repite siempre con una sonrisa, mientras piensa en sus gatos.





Crónica escrita por Vivian Vera, quien se inicia en temas de relatos en este género y es estudiante de la Universidad Estatal Península de Santa Elena del Ecuador.


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