Fotografía - George Reyes
Entrevista a Agueda del Jesús, persona con discapacidad
WhatsApp y Zoom, son algunas aplicaciones digitales que mantienen el contacto entre las personas con discapacidad y entidades de apoyo. La pandemia Covid-19 también afecta los procedimientos de atención hacia este grupo vulnerable.
Amparo Viles, analista de discapacidad del Ministerio de Inclusión Económica y Social (MIES), distrito Salinas, indica que durante el tiempo de pandemia la forma de ofrecer ayuda ha cambiado. “Dado que los técnicos coordinadores no pueden acercarse al lugar de residencia de las personas con discapacidad, se hace uso de plataformas virtuales como Zoom para así estar pendientes de ellos”, explica.
Según datos del Consejo Nacional para la Igualdad de Discapacidades (Conadis), en Ecuador están registradas 476.360 personas con discapacidad, de los cuales solo el 42,83 % recibe ayuda económica por parte de entidades u organizaciones destinadas al apoyo de grupos vulnerables.
Estos ciudadanos están a la espera de que se cumpla la disposición del MIES, la cual fue anunciada el pasado 2 de diciembre por el ministro Vicente Taiano; él declaró que dos mil familias serán beneficiarias del Bono Joaquín Gallegos Lara. Es decir, 36 687 ecuatorianos serán beneficiados.
Dos visitas
Aunque la mayor parte de personas con discapacidad reciben videollamadas por parte de diversas entidades para conocer el estado de salud en el que se encuentran, Agueda Vera, ha tenido suerte, pues recibió dos visitas en estos tiempos de pandemia.
Ella vive en el sector Ernesto González del cantón La Libertad. Vera, de 60 años, afronta una discapacidad física evaluada en un 80 %, como consecuencia de constantes dolores de cabeza, lo cual, le causó derrame cerebral y afectó el lado izquierdo de su cuerpo.
Después de una intervención quirúrgica, sufrió otro derrame que afectó la parte derecha de su cuerpo, pero con el tiempo pudo recuperarse y caminar con la ayuda de un bastón improvisado. Actualmente no puede desempeñar actividades domésticas o laborales ya que también sufre de artritis en sus manos.
Las visitas que recibió fueron de un trabajador del MIES, quien le suministraba ciertas medicinas para su cuidado e implementos médicos con el fin de evitar contagios por Covid-19, además le brindaron charlas donde socializaban las medidas sanitarias a seguir. Obtuvo ayuda por parte del gobierno con víveres, pero, la suerte se terminó porque luego de dos meses el apoyo cesó.
A pesar de que su margen de discapacidad se ha mantenido y no ha presentado mayores dificultades, pide que alguna organización le brinde asistencia. “Mi estilo de vida no cambió por la crisis, ha sido el mismo gracias al apoyo económico de mis hijas, pero, aun así, me encuentro en una situación de vulnerabilidad”, comenta Agueda, quien no percibe ningún bono económico.
Bonos y educación especial
Héctor Severino de 46 años, reside en el cantón Santa Elena, él padece de discapacidad física e intelectual estimada en 81 %. Recientemente su estado de salud se vio afectado por un derrame cerebral, por lo cual tuvo que ser internado en el Hospital General Dr. Liborio Panchana Sotomayor, desde el 30 de agosto hasta el 22 de septiembre del año pasado.
Su madre, Francia Flores, es quien responde por él, ya que, como consecuencia de sus problemas físicos, no es capaz de valerse por sí mismo y necesita ayuda constante para desarrollar actividades de autocuidado.
Flores comenta que durante el tiempo que su hijo estuvo internado no se le permitió ingresar al hospital por riesgos de contagio, y se le notificaba de su estado de salud diariamente por medio de llamadas telefónicas, “no supe nada de mi hijo hasta el cuarto día de haberse hospitalizado”, añade.
Desde hace cuatro años, Héctor forma parte de los beneficiarios del bono Joaquín Gallegos Lara. Su madre comenta que con la pandemia ella llevó el control de gastos por el cuidado de su hijo y presentar un informe al Conadis, antes del Covid-19 recibía visitas por parte de delegados gubernamentales que mantenían este control.
“La pandemia nos afectó económicamente, por la escasez de trabajo mi esposo empezó a laborar apenas en el mes de octubre, pero gracias al sueldo de mi otro hijo, Arturo, pudimos sobrellevar la crisis de mejor manera”, señala Francia.
Las personas discapacitadas pueden estar imposibilitadas de realizar actividades laborales, académicas o recreativas, no obstante, cierto sector de este grupo vulnerable desempeña actividades del diario vivir y pese a las circunstancias algunos tratan de ocupar su tiempo en estudios.
Como en el caso de Jazmín Ortiz, de 19 años, quien se despierta cada mañana para recibir sus clases mediante la plataforma de Zoom, con la ayuda de profesores especializados. Posee una discapacidad intelectual valorada en un 80 %, llamada Parálisis Cerebral Infantil (PCI).
El PCI es un síndrome cuyo origen está localizado en el Sistema Nervioso Central (SNC). La Organización Mundial de la Salud (OMS), afirmó que dos de cada mil niños nacidos tienen parálisis cerebral. Adicionalmente un 80 % tiene parálisis cerebral espástica, es decir que presentan dificultades en la contracción muscular, falta de reflejos primarios, problemas en el equilibrio y la movilidad.
Jazmín al igual que Héctor Severino, recibe el bono Joaquín Gallegos Lara, los 240 dólares mensuales que acoge ella, no son suficientes para todos los gastos. Además, necesita de tres medicinas al día para poder contrarrestar sus ataques epilépticos.
“Otros médicos que tratan a mi hija indicaron que el diagnóstico está mal calificado, porque en el carné solo se refleja el PCI, cuando se debería añadir discapacidad física, puesto que ella no camina ni habla’’, comenta Angela Caicedo, madre de Jazmín.
Asimismo, agrega que una maestra y un psicólogo les socializó la Guía de Prevención y Atención por Contagio de Covid-19 dirigido a Personas con Discapacidad y sus Cuidadores. Su hija no ha presentado inconvenientes en su salud física, ni psicológica, sin embargo, los médicos están pendientes de Jazmín, por lo que la llaman cada mes, mediante WhatsApp.
Jubilado
El guayaquileño Víctor Cortez de 59 años, sufre de discapacidad física equivalente al 42 %, la cual se originó por un accidente doméstico, provocándole Luxación de Coxis. Esta condición consiste en el desgarramiento de los ligamentos que sujetan el coxis con el sacro del lado izquierdo.
Indica que laboraba como jefe de seguridad en la Universidad de Guayaquil, aunque no requería de mucho esfuerzo físico, se vio en la necesidad de jubilarse debido a su condición de salud.
Además, padece de hipertensión arterial, se realiza diálisis y está esperando una cuarta operación de retina. No cuenta con carné del Conadis, pero sí con el que le otorgó el Ministerio de Salud Pública (MSP). “Aparte de mi problema físico, estoy en proceso de evaluación por la discapacidad visual que se desarrolló a causa de mi diabetes”, afirma Víctor.
Él recibe tratamiento por parte del MSP, institución que lo mantiene en constate control. A pesar del confinamiento en los primeros meses de la pandemia en Ecuador, el tratamiento médico no fue afectado ya que su esposa, es quien le lleva la medicina al hogar. “No tiene bastón, me ocupa a mí para cumplir ese rol y a la larga me causa malestar en la espalda”, expresa Nieve Zambrano, esposa y cuidadora de Víctor.
Cortez, menciona que cumple con todas las medidas de seguridad necesarias para evitar algún contagio, de igual forma que Jazmín Ortiz tiene conocimiento de la existencia de la Guía de Prevención y Atención por Contagio del Covid-19 para Personas con Discapacidad y sus Cuidadores, dicho documento le fue socializado por su médico mediante videollamadas.
Convivencia y unión familiar
María Salinas, tiene 23 años, es residente del cantón Santa Elena, ella padece de discapacidad intelectual calculada en un 48 %. Linda Yagual, su madre, menciona que María sobrelleva sus problemas de salud desde el nacimiento. Comenta que su hija en la actualidad no trabaja, pero cuenta con el ingreso económico por parte de su padre.
También, la joven recibe apoyo financiero del MIES, el cual les suministra 50 dólares al mes.
Aparte de la discapacidad intelectual, María, también sufre de escoliosis, que es una deformación en la columna que aparece con mayor frecuencia durante el período de crecimiento antes de la pubertad, sin embargo, pueden presentarse a causa de afecciones como el PCI y la distrofia muscular.
“Ella hasta ahora no se ha enfermado, por lo que no ha sido necesario trasladarla a un centro de salud. Y en el caso de que ella se enferme tendríamos que pensarlo dos o tres veces si ir a un centro médico, por el miedo que tenemos de contagiarnos. Pero gracias a Dios, hasta ahora mi hija posee buena salud, está estable, está tranquila y está en casa”, manifiesta Linda.
Añade que el estilo de vida durante la pandemia, tanto de sus hijas como el de ella, si se vio afectado ya que al estar encerradas les presentó una carga psicológica. Quedarse en casa, no asistir a reuniones familiares y no salir si no es necesario, son algunas de las medidas que Linda ha tomado para cuidar de toda su familia.
La Asamblea General de Organización de las Naciones Unidas estableció en 1992 que cada 3 de diciembre se conmemorase el Día Internacional de las Personas con Discapacidad, para concientizar la dificultad que viven cada uno de ellos de forma desproporcionada por factor salud y económico.
Infografía- Michael González
Fuente: Consejo Nacional para la Igualdad de Discapacidades (Conadis),
Redactado por:
Flores Tatiana
Briones Jair
Reyes George
González Michael
Salinas Romina
Medina Jamely
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